El dictador bendijo los alimentos
(murmuraba entre dientes)
(susurraba herrumbre)
las horas crujían en un suspiro.
Se llenaron de polvo todas las buenas intenciones,
se agusanaron,
se apolillaron
(se dice que prefirieron exiliarse)
(se comenta que fueron fusiladas una noche de noviembre)
Dijo otra vez los amenes y los parabienes
con los que adormilar conciencias,
sortilegios y juegos de manos
con los que justifica la mierda
que esconde bajo la alfombra
(la prestidigitación siempre ha sido
un arte menor)
Las hojas secas del otoño
desnudaron a las modelos famélicas,
hambrientas de oropeles,
codiciosas de martas cibelinas
para cubrir sus hambres.
La gorra de plato del dictador
las medallas
los galones sustraídos
al honor y a la gloria
deslumbraron a la audiencia
justo antes de que España
marcara un nuevo gol
(respiró aliviado)
(su resoplo de alivio
calló el gemido
de los muertos en el armario)
Leyendote me apetece volver a escribir. Es tan intenso lo que escribes que lo leo y luego lo voy desgranando por minutos, saboreandolo
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