Archivo de la categoría: reflexion

Nunca conocí a Javier Krahe


Anoche mismo me asaltaba un pensamiento que me ha rondado la sesera durante los últimos años y es «¿Por qué nunca me he acercado a Javier Krahe cuando he tenido oportunidad?». La cuestión me vino a la cabeza porque este fin de semana he tenido el privilegio de conocer a Luis Pastor, otro de los referentes para cualquiera al que le guste la música de voz y guitarra y se descuelgue un poco hacia la izquierda.

Las oportunidades de conocer a Krahe han sido varias, más que el primer concierto que le vi en la sala Galileo, en otros conciertos suyos en el maravilloso Café Central. Precisamente allí fue, tras un concierto de Andreas Prittwitz, sentado en la mesa de al lado de la escalera, que me contuve. No sé por qué. No sabría cómo abordarle. Siempre pensé que habría otra ocasión, un momento más adecuado.

Y se nos ha ido. Justo ahora. Que siempre había estado ahí pero de nuevo estaba cada vez más presente de la mano de generaciones que reivindican su mordaz y lúcido sentido de humor. Que su receta para cocinar un crucifijo debiera estar en el «1080 recetas de cocina». Que todos somos un poco Cuervo Ingenuo y estamos aprendiendo que hombre blanco habla con lengua de serpiente.

Y yo con este post como un gilipollas, madre. Y yo con este post como un gilipo-o-o-llas.

Redes sociales: Espejito, espejito mágico…


Abres el Facebook y te encuentras con el reportaje fotográfico de las vacaciones en las Seychelles de tu amiga. Un poco más abajo, aparece la imagen de la hija de no sabes quién dando sus primeros pasos. Más allá, otros aparecen preparándose para ir a una boda en un entorno inigualable de belleza sin igual. La maravillosa cala en donde unos han estado tocando la guitarra en torno a una hoguera. Múltiples fotos de gatos. Una imagen del sushi del restaurante de la ciudad donde no es posible lograr mesa o, si se puede, no es factible pagar la cuenta y seguir comiendo el resto del mes. Todo el mundo parece que tiene una vida más (atr)activa que cualquiera de las estrellas de Hollywood. En ese momento te miras al espejo: estas en casa, recién levantado, con el café en la mano y con un careto que haría que Freddy Krueger se hiciera pis encima.

Hace años, antes de que existieran las redes sociales, lo más que ocurría es que un amigo te llamara desde mitad de un concierto para que escuchara la canción que más te molaba (al tiempo que mirabas con asco los apuntes subrayados del examen que tenías al día siguiente). O te mandaba un SMS diciendo lo que molaba estar en la playa (mientras tu pasabas la canícula en la ciudad). En épocas aún más pretéritas, lo que te enviaban era una postal o te lo contaban a la vuelta mientras tomabas algo. Ahora no. Ahora todo el mundo tenemos que hacer partícipe a todos de nuestras vidas y le damos una pátina de barniz para que luzcan más.

Nos hemos visto lanzados a la vorágine del «yo más» que se ha visto reforzada por nuestro espíritu voyeur, nuestro afán exhibicionista, un punto de envidia, todo ello envuelto en la inmediatez del internet y coronado con las Redes Sociales. Es evidente que no vamos a exponer nuestras miserias a los ojos de todo el mundo, ni de los amigos de los amigos, ni de los conocidos por eso elegimos los elementos de nuestra vida que son más fotogénicos, esos en los que mejor nos lo pasamos ¿por qué decir que estoy en la cola del paro si voy a pasar la tarde en la piscina y puedo sacar una imagen de mis piernas recortándose contra el cielo y subirla al momento a Instagram y Facebook?

Para aderezarlo aún más, para hundirnos aún más en nuestra autocomplaciente miseria, nos dedicamos a mirar las cuentas de Instragram de famosos diversos, niños ricos, socialités varias y (más recientemente) blogueras de moda¹, que nos trasladan a parajes de ensueño, hoteles fuera del alcance del resto de los mortales o prendas de ropa que cuestan el sueldo medio anual de quince trabajadores en España, todo ello fotografiado con las mejores máquinas, el encuadre preciso, la composición idónea, la mejor postproducción y después subido a la red de turno. Nos fustigamos sabiendo que nunca tendremos esas cosas y que, por mucho que vayamos a París, no podremos hacernos foto alguna en el front row de la Semana de la Moda.

Esas imágenes que ahora nos asaltan las celebrities, son una versión de las que antes aparecían en las revistas del corazón (las cuales ahora también se nutren de este material) tratando de vendernos una cercanía, una complicidad con esas personas que no es más que pura impostura, una forma de venderse como accesibles a todos. Se convierten en productos, en expositores que venden una mercancía, una sofisticada perversión de los anuncios que vemos en los banners de las páginas web. Nunca seremos lo que nos están vendiendo porque no son más que una campaña de publicidad de sangre caliente.

Por aquello de higiene mental, una medida que podemos emplear es poner cada cosa en su contexto. Sabemos que nosotros compartimos aquellos elementos de nuestra vida que mejor nos dejan (no necesariamente los que mejor nos retratan), es lógico considerar que el resto de nuestro entorno hace lo mismo. Por encima de esta primera cuestión lo que debemos tener en cuenta es que tenemos que aprovechar las Redes Sociales como elementos de comunicación y medios de expresión con los que contactar con la gente, no entrar en una competición en busca de la aceptación de los demás.

¹A este respecto, echad un vistazo de «The weakest blogger» en estoybailando.com Descuajeringue de risa garantizado.

Expertos en todología


entrada_28052014

Muy poca gente es capaz de evitarlo: cuando alguien te cuenta que está leyendo el best-seller del momento, no importa cuál sea o que lo hayamos leído o no, todos nos vemos capaces de dar nuestra opinión. ¿Y en qué la basamos? Nuestras opiniones sobre “Cincuenta sombras de Grey” y en la forma que está escrito parece que nos llegan por inspiración divina, cuando lo cierto es que proceden de distintas fuentes de las redes sociales. No necesitamos leer los artículos completos o sesudos ensayos y críticas al respecto, nos basta con leer los titulares y las entradillas para convertirnos en críticos expertos sobre el tema.

¿Que ha habido “edredoning” en el último reality show de Telecinco? ¿O que la hija de una tonadillera de conocido bigote ha decidido cambiarse de sexo? Podríamos ver el vídeo correspondiente o leer un artículo al respecto pero eso nos llevaría demasiado tiempo. Sólo con revisar Twitter y Facebook y entrar en un par de artículos es suficiente para formarnos una opinión y pontificar sobre el tema. Y ya que hablamos de pontificar, no hemos oído una homilía completa del actual Papa, mucho menos leer alguno de sus artículos, pero hemos revisado los suficientes tuits suyos retuiteados por gente a la que seguimos en Twitter como para poder decir que su posición sobre desigualdad y justicia social es tremendamente progresista.

Nunca había sido tan fácil como ahora fingir que sabemos sobre tantas cosas como ahora sin saber nada en absoluto. Cogemos temas, piezas relevantes que se repiten Facebook, Twitter o newsletters y las regurgitamos. En lugar de ver “Mad men” o el final de liga o un debate político, nos dedicamos a leer el timeline de alguien que lo tuitee en directo o a leer el resumen al día siguiente. Nuestro canon cultural se está viendo limitado a aquello que obtiene más clicks.

Ahora mismo lo que sufrimos es la constante presión de saber de todo en todo momento, a menos que queramos quedar como analfabetos culturales. De esta forma podremos sobrevivir a una conversación de ascensor, una reunión de negocios o una fiesta, de manera que podemos publicar, tuitear, comentar o whatsapear como si hubiéramos visto, leído, mirado y escuchado. Lo que importa la mayoría de las veces no es que hayamos consumido el producto de primera mano, sino que sepamos que existe y desde la opinión que nos hemos formado al respecto, ser capaces de que nuestro interlocutor se involucre. Estamos llegando a conformar un pastiche de pseudoconocimiento que no deja de ser un nuevo modelo de todología.

No es que mintamos cuando demos la razón a un colega sobre lo que comenta respecto a una película o un libro que ni hemos visto, ni leído, ni siquiera revisado la crítica. Hay grandes posibilidades que nuestro interlocutor simplemente repita las mordaces observaciones de alguien en su timeline o en su muro. Gran parte de las interrelaciones conversacionales se construyen a partir de unos cuantos datos extraídos de la revisión diaria de las aplicaciones de nuestros teléfonos móviles. Al fin y al cabo, a nadie le gusta quedar como la persona que no está al corriente de la temporada de “Juego de tronos” al ritmo de emisión de Estados Unidos, menos aún de la serie coreana de la que toda la gente entendida habla sin parar.

Cuando quiera que cualquiera en cualquier lugar menciona cualquier cosa, nosotros debemos fingir conocer el tema. Incluso parecer expertos. Los datos se han convertido en nuestra moneda de cambio. Y hablando de moneda, el ejemplo perfecto sería la Bitcoin, algo de lo que no dejamos de hablar pero que parece que nadie llega a comprender del todo.

Es comprensible que una de las partes, o ambas, en una conversación pueden tener una idea somera sobre el tema que están tratando. Todos estamos muy ocupados, más que ninguna generación hasta ahora. Y como nos pasamos el día mirando nuestros teléfonos y nuestras pantallas, mandando mensajes y tuiteando sobre lo ocupados que estamos, ya no tenemos demasiado tiempo para consumir información de primera mano. En lugar de eso, confiamos en la gente a la que “seguimos” o en nuestros “amigos” o eso es lo que creemos.

¿Quién decide qué debemos saber, qué opiniones debemos tener en cuenta, qué ideas podemos reciclar como propias? Parece ser que los algoritmos puesto que tanto Google, como Facebook o Twitter y el resto del complejo de redes sociales post-industriales confían en estas herramientas matemáticas para saber qué estamos leyendo, viendo y comprando.

Hemos externalizado nuestras opiniones en este bucle de datos que nos permitirá mantener las apariencias en una cena en la mientras parece que se está hablando de “El Gran Hotel Budapest” lo que realmente se hace es comparar las fuentes de redes sociales, mientras nadie reconoce que está completamente perdido en la conversación. En lugar de eso asentiremos mientras decimos “He escuchado algo” o “Me suena un montón”, lo que normalmente quiere ser una declaración sobre nuestro absoluto desconocimiento del tema en cuestión.

Ahora la información está en todas partes, nos someten a un constante flujo que está en nuestras manos, en nuestros bolsillos, en nuestros portátiles, nuestros coches, hasta en la nube. El flujo de datos no puede controlarse. Fluye en nuestras vidas como una marea creciente de palabras, hechos, bromas, chascarrillos, GIFs, cotilleos y comentarios que amenazan con ahogarnos. Tal vez el temor a ahogarnos es lo que está detrás de nuestra insistencia de que hemos visto, hemos leído, hemos sabido. Es una manera poco convincente de considerarnos a flote.

Así nos encontramos braceando desesperados, haciendo observaciones sobre memes de cultura pop, porque admitir que nos hemos quedado atrás, que no sabemos de lo que se está hablando, de que no tenemos nada que decir sobre cada tema que aparece en nuestra pantalla, es estar muerto.

Traducción y adaptación del artículo original de Karl Taro Greenfeld «Faking cultural literacy» para New York Times

Palabras que aún no acepta la RAE: Gentrificación


Dentro de los términos y los conceptos también existe la moda. Hace años fue la “globalización”, durante meses vivimos pendientes de la “prima de riesgo” y recientemente sufrimos el “twerking” o el “selfie”.

Gentrificación” es otro de estos nuevos términos que aparecen en nuestras vidas y que no sabemos exactamente qué quieren decir pero los utilizamos de todas maneras. Debemos prestarle atención, máxime cuando es una cuestión que afecta directamente a los espacios en los que habitamos y que se deriva de la especulación, una de esas razones que nos ha metido en el jardín de la crisis.

Tómese un espacio urbano ya desarrollado, cuanto más céntrico mejor y del que las instituciones públicas se olviden, condenándolo a un progresivo deterioro y una inevitable degradación. En muchas ocasiones, estos espacios son habitados por gente de edad avanzada en edificios con indudables carencias (ascensores, eficiencia energética,…) El descalabro en el valor del espacio se ve acompañado por la falta de pequeños negocios que puedan competir con los grandes gigantes que están instalados en los centros urbanos, junto con la aparición de «dudosa calaña» ¿Conocéis la calle Desengaño en Madrid? Pues es perfecto ejemplo de lo que estamos hablando. Pero la gentrificación afecta a todo el barrio de Malasaña, como antes ocurrió en Chueca o en el Born en Barcelona. Así se obtiene la degradación de un espacio céntrico en el que especular para sacar el máximo beneficio.

https://www.flickr.com/photos/jafsegal/2304968114/
https://www.flickr.com/photos/jafsegal/2304968114/

Una vez el espacio está degradado, con el consecuente malestar vecinal, los gobiernos (especialmente en épocas electorales) tienden a buscar soluciones con las que tratan de embaucar a sus potenciales electores. Así, de la mano de distintas empresas privadas buscan soluciones para poner de nuevo en valor el barrio.

En líneas generales, el primer paso suele ser la reactivación del comercio, pero no el tradicional, de pequeñas tiendas de consumo diario, sino de locales que aporten cierto grado de exclusividad y valor añadido. Los locales dedicados a la hostelería más tradicional, van perdiendo peso, frente a espacios de cuidado diseño y propuestas vanguardistas. Los renovados locales atraen a gente de fuera del barrio que empiezan a desarrollar vida en el mismo. A lo mejor a Paca, la vecina del 4º con su pensión de jubilada, no le interesan las nuevas zapatillas All Stars ni le apetece tomar un gin-tonic premium con frutas del bosque y tónica de azahar. Pero el emprendedor que sigue las tendencias no dudará en desplazarse al centro para conseguir esa exclusividad. Así cazan al mercado objetivo. Y una vez se atrae a esa gente al barrio (la que tiene dinero, a la que las empresas pueden exprimir y que ya están enganchadas a lo exclusivo que les da la zona) llega el momento de echar a la gente que no resulta tan rentable. Lo que quieren vender es una nueva forma de vida en la que se habita y se consume en el mismo espacio y, si no puedes consumir en dicho espacio, tal vez Paca la del 4º tenga que plantearse que no debe de vivir ahí.

Tampoco es baladí el hecho que las viviendas de estos espacios son muy diferentes a las que se construyen en la actualidad, especialmente en el tamaño, a veces superior a los 100 m2, y en su distribución. ¿Para qué quiere Paca una casa tan grande para ella sola? ¿Y la gente joven que es objetivo de los especuladores? Esos no conocen ni lo que es semejante área. Así que gran parte de los edificios que se han ido quedando vacíos, previa venia del ayuntamiento de turno, son remodelados buscando un modelo más «acorde con las necesidades de los individuos que van a ocuparlos» y de espacio más reducido. Es decir, se aumenta el número de viviendas existentes y se reduce la superficie de las mismas, rentabilizando de forma óptima el espacio.

https://www.flickr.com/photos/jafsegal/4373690544/in/set-72157621905134894
https://www.flickr.com/photos/jafsegal/4373690544/

De esta manera se aúnan servicios de alto valor, con cierto halo de exclusividad, con espacios residenciales a los que se les transfieren dichas características (aunque los paneles de pladur ni sean de alto valor ni demasiado exclusivos).

En conclusión, se fuerza el desarrollo de un nuevo tejido urbano en el que no tienen cabida ni los comercios tradicionales ni la población envejecida en aras de una ocupación más intensiva del espacio. Eso es lo que se llama gentrificación. Próximamente en todas sus pantallas.

Coda: Paca la del 4º se ha ido a vivir con su hijo, su nuera y sus dos nietos al apartamento en la Manga del Mar Menor que ganó cuando participó hace veintiocho años en el “Un, dos, tres”. Todos con la pensión de ella. Pero eso es una historia que contaremos en otra ocasión.

Del insulto como argumento político


insulto.

(Del b. lat. insultus).
1. m. Acción y efecto de insultar.
2. m. desus. Acometimiento o asalto repentino y violento.
3. m. desus. accidente (‖ indisposición repentina que priva de sentido o de movimiento).

insultar.
(Del lat. insultāre, saltar contra, ofender).
1. tr. Ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones.
2. tr. desus. Dicho de una enfermedad: Atacar, acometer.
3. prnl. Cuba. encolerizarse.
4. prnl. p. us. Sufrir una indisposición repentina que prive de sentido o de movimiento.

insulto_small

Es bien sabido que para ser político no es requisito haber estudiado, que no se exige un mínimo de preparación previa alguna. Por no tocar el tema de los idiomas, especialmente el inglés. También se sabe que para ser político no es necesario haber trabajado nunca, pudiendo llegar a ser ministro, como es el caso de Fátima Báñez. Pero no sólo me refiero a la empresa privada. Es que si, por casualidad, aprueban la oposición que les de una plaza en algún organismo público, piden la excedencia y no trabajan ni un sólo día en aquel puesto para el cual (es una suposición) han tenido que estudiar hasta que han terminado con los codos pelados (la broma de las rodillas se me ha pasado por la mente, pero he preferido dejarla de lado).

Pues bien, llegan a su puesto de responsabilidad política porque su partido ha logrado la mayoría suficiente como para gobernar (es un decir, es bien sabido que el sistema electoral español, gracias a la ley D’Hont y el cociente Droop, es de todo menos justo y proporcional. Por no mencionar la alergia de los partidos «mayoritarios» a las listas abiertas) y es la hora de llevar a la práctica las promesas que les han llevado a su privilegiada nueva posición. Y ahí, los políticos, independientemente de su género sexual, son como los hombres: PROMETER HASTA METER Y UNA VEZ METIDO… os hacéis cargo ¿no? Empiezan escudándose en las excusas más peregrinas, en el «yo no quería, pero UE/FMI/Merkel/Conferencia episcopal me ha obligado», «la herencia recibida» y el argumento estrella de todos los gobiernos «y el anterior más».

INTERNET: EL ENEMIGO DEL POLÍTICO FALTÓN

Hasta hace relativamente poco las excusas eran relativamente útiles: la gente no tenía más acceso a la información que a través de la radio, la televisión y la prensa, era unidireccional. El españolito recibía la información y ahí se quedaba. Se podía cabrear más o menos, lo podía compartir con sus amigos, familia y compañeros de trabajo, pero no pasaba de la pataleta que se contaba a una serie de personas sin ninguna relevancia para el que estaba en el poder. Pero he aquí que eso cambió y llegó… INTERNET.

Seamos sinceros, la llegada de internet (mediados de los 90) y su generalización no supuso más cambio que un incremento descomunal de la información a la que el personal nos veíamos expuestos. No es hasta que se desarrolla el aspecto más social de la red (lo que llaman redes sociales o web 2.0) que la gente deja de ser el receptor pasivo de la información que recibe a convertirse en generador de la información. Hasta la llegada de Facebook o Twitter. Y entonces es cuando los políticos vieron que la población se desmadraba. Y les da miedo: antes podían soltar alegremente cualquier comentario jacarandoso que dejara al descubierto su incapacidad de gobernar o su desprecio por sus electores y, sobre todo, por el resto de la población del país: la repercusión de esos comentarios no iba más allá de unas cuantas pataletas sin importancia; desde que internet entró en nuestras vidas, sus argumentos y ocurrencias se difunden a tal velocidad que un error puede ser la chanza de la semana, poniendo a sus protagonistas en la picota.

Los ejemplos son múltiples y sangrantes. El más delirante es la explicación de lo que es una «indemnización en diferido»

Hasta hace poco tiempo, un dislate de esta envergadura se hubiera convertido en una mera anécdota. Pero hoy se comparte en las redes sociales, se hace chanza de todo ello a una velocidad inusitada. Vamos a conceder a ésta persona el beneficio de la duda y la vamos a considerar una persona inteligente: Está claro que ni ella misma se cree unas excusas que, pese a llevar por escrito, es incapaz de mantenerlas sin tartamudear y trabarse. Sabe que está faltando a la verdad y, al empecinarse en mantener su falacia, sus declaraciones se convierten en un insulto para la inteligencia del común de los mortales.

Aunque no es el único momento de insultos de ésta política, cuyos votantes son «los que pagan la hipoteca«. Afirmación que se volvió en su contra a través de Twitter con un hashtag justificado pero de cierto mal gusto (por más que lo comparta, creo que somos lo suficientemente educados como para poder evitar caer en la zafiedad)

Sus amplios conocimientos de historia la llevan a comparar esto:


(via @JaimeAlekos)

con esto otro:

porque «Se violenta el voto». Claro. El problema es que la población, se ha cansado de argumentaciones, mentiras, despilfarro y corrupción y quieren recuperar el «demos» de la «democracia», no meter una papel en una caja de plástico barato una vez cada cuatro años. Y eso atemoriza a los violadores de la democracia.

Esta señora es una de los que se han erigido en gurús del insulto como argumento político. Porque también podemos revisar los insultos de Arias Cañete: sugiriendo «duchas de agua fría para ahorrar energía» mientras comemos «yogures caducados«. O Martínez Pujalte indicando que los afectados por las hipotecas quieren la dación en pago «para poder comprarse otra vivienda«. Y claro, también está Alicia Sánchez-Camacho, que ante el descubrimiento de que se le triplicó el suelo se justifica diciendo «Hago lo mismo que han hecho otros presidentes del PP«. Sí, es una pena que la tradición entre los presidentes peperos no fuera emigrar…

Tampoco es despreciable el insulto y la falta de educación de Bárcenas que, estando en el ojo del huracán por haber hecho con dinero propio, ajeno, declarado, negro, legal e ilegal, todo aquello que le ha venido en gana, regaló a los periodistas (por ende, a toda la ciudadanía) una castiza peineta.

No sé si llamarlo insulto, pero lo que está claro es el desprecio que siente el presidente del Gobierno hacia la gente de su país. En un principio pensé que se trataba de la agudización de los múltiples complejos de los que ha hecho gala durante todos los años que ha estado en la oposición, pero no, lo que le ocurre al señor Rajoy es que se cree por encima del resto de los mortales y por eso hace declaraciones vía televisión de plasma a unos periodistas que están en la habitación de al lado. Sí, televisión de plasma, el enemigo de la política y culpable de la crisis económica (esas declaraciones también podemos considerarlas como un insulto).

ABORTO= ANALFABETISMO+TERRORISMO+FRACASO

Con la reciente modificación de la ley del aborto (esa que nos devuelve a los años 80) nos hemos encontrado con joyas del insulto que valen su peso en oro. Sin entrar en el hecho de que es un insulto a los derechos de las mujeres (jaleadas además por hombres y por sacerdotes) ciertas «políticas» también se han apuntado a la moda de defender las ideas mediante el insulto, como es el caso de Beatriz Escudero, una mujer que compara el embrión humano con el de los calamares. Si eso no fuera suficiente, la buena señora desarrolla una ecuación que pone en relación el nivel educacional de la mujer con la probabilidad de que aborte. Todo lo cual se basa en estadísticas que no cita. No vaya a ser que la realidad le rebata un (insultante) argumento. Es lo que viene a denominarse comunmente «hacer un Toni Cantó». Al hilo de éste tema, los políticos, en concreto el pío Jorge Fernández Díaz no tardó en comparar el aborto con el terrorismo. Imagino que no es que quisiera insultar la inteligencia de la opinión pública sino que quería llevar a su terreno un tema que no compete al ministerio de Interior. A todo esto, me viene a la mente ¿por qué el aborto es competencia del Ministro de Justicia si, en realidad, es un tema de salud? Bueno, eso supondría que caería en manos de Ana Mato, que no sé qué es peor. Volviendo al tema del aborto, insultan a las mujeres llamándolas analfabetas y terroristas. Y Soraya Saenz de Santamaría, en lugar de mantener el perfil bajo, lo remacha diciendo que el aborto es un fracaso. Ahí lo llevas.

Y LOS CACHORROS QUE VIENEN DETRÁS

Nuevas (de)generaciones de políticos se están apuntando a ésta moda. Gente que estaba calentando el banquillo de las piscifactorias políticas (Nuevas Generaciones o Juventudes Socialistas) y que nadie conocía más allá de los implicados en políticas juveniles en el ayuntamiento/comunidad en la que viven. Suelen ser esos que aparecen con cara de apailados detrás del lider de turno cuando este hace un mitin en la ciudad de turno. Ahí nos encontramos a Beatriz Jurado afirmando que PSOE e IU «solo quieren jóvenes borregos» mientras el PP quiere jóvenes que trabajan. Ahí nos encontramos con el problema de la «movilidad exterior» que tan bien explicó la verborréica y devota de la Virgen del Rocio, Fátima Báñez: los jóvenes en España se están viendo obligados a emigrar. Los que se quedan es por que tienen un enchufe en el PP como es el caso de Carromero que cobra 50.000€ al mes por hacer no se sabe exactamente qué ni con qué mérito (más allá de conducir el coche en el que murió Osvaldo Payá), el de Juan Carlos Caballero cobrando 45.000€ por ser guapo o el de Miss Baleares 2009. Y como Beatriz Jurado no se queda a gusto con lo de (el silencio de) los borregos y envalentonada porque sus estulticias tuvieran un altavoz, no se sonroja en afirmar que Bañez es el hada madrina de los jóvenes. Somos más de 6 millones de personas deseando que lo demuestre.

MENCIÓN ESPECIAL: Juan José Pérez Macián

Este energúmeno se explayó en un artículo contra el 15-M en términos vergonzantes:

Híbridos de hiena y rata. Sí, os digo a vosotros: ¿Se os ha tragado la tierra?. ¿Os han comido los gusanos?. ¿Dónde estáis?. ¿Debajo de qué piedras os escondéis ahora?. ¿Por qué no se os ven ahora las rastras?. ¿No sabéis dónde está la calle de Ferraz?. ¿Ni la dirección de la Junta de Andalucía?. ¿Por qué no se os ve ahora con perros y flautas ante las sedes socialistas?. ¿No tenéis nada que decir a los de CCOO y UGT?. ¿No?. ¿No habéis sido capaces de autoorganizaros en tantos días que han transcurrido ya desde que la Juez Alaya desenredó el repugnante escándalo de los ERES de Andalucía?. ¿Habéis perdido todos el smartphone?. ¿Os habéis quedado sin whatshapp?. ¿Os lo ha desactivado el PSOE?. ¿O es que os parecen pocos millones de euros los 50 robados de las arcas públicas andaluzas a parados y necesitados?. ¿Que un sindicalista andaluz se haya embolsado cuatro millones y medio de euros a costa de los parados, ya no merece vuestra protesta airada y alimentada de insultos y agresiones con ese estilazo que os caracteriza cuando incendiais la calle Génova?. ¿O es que éstos chorizos de la izquierda sí os representan?.

No sólo no se ha retractado de sus palabras, es que su partido ni siquiera le ha amonestado. De dimitir no hablemos, por favor.

Tres perspectivas: Michel Onfray y un manifiesto hedonista


 

Revisando entradas antiguas he redescubierto las que escribí cuando me leí “La fuerza de existir. Manifiesto hedonista” de Michel Onfray en octubre del año pasado y he decidido aglutinar las tres entradas en una sola. En un día festivo puede resultar interesante (o tedioso)

Perspectiva: el contrato hedonista

Hay pocos filósofos que me gusten tanto como Michel Onfray, tal vez sea porque es de los pocos a los que realmente entiendo. Tal vez sea porque sea el primero que me encuentro que me plantea que todo lo que he aprendido hasta ahora de pensamiento filosófico es sólo una de las caras de la historia, posiblemente la más aburrida y la más distante del ser humano en sí. Después de su «Tratado de ateología», con el que me reí como nunca con un ensayo (esas pullas a Pablo de Tarso hacen que te mondes de risa sí o sí, mientras grita a los cuatro vientos que toda la moral actual está basada en la «pulsión de muerte», la negación de la vida y la creencia en quimeras y cuentos) ahora estoy atacando «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista», seguramente más árido pero, al mismo tiempo, más completo al aglutinar no sólo la metafísica de su pensamiento como hace en el primero, sino también su perspectiva sobre ética, erótica, política, estética y epistemología.

Divagando en la parte de ética, en la que propugnaba la constitución del Yo como elemento moral básico, dejando de lado las pejiguerías enraizadas en una moral judeocristiana de la que todos, en mayor o menor medida, somos deudores, cuando me encontré con la siguiente afirmación:

«[…], la etología da cuenta de esa falta de ética: cada cual evoluciona en un territorio reducido hacia su determinismo de macho dominante, de hembra dominada, de integrante de la horda o miembro de un grupo más extenso que otro. El reino de la tribu contra el de lo humano. La construcción de un cerebro ético constituye el primer grado hacia una revolución política digna de ese nombre.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 106

Al principio me ha dejado un poco noqueado, dadas las circunstancias actuales no me veo como ninguno de los elementos mencionados por el filósofo: ni soy macho dominante, ni hembra dominada ni, mucho menos, integrante de la horda. Hasta que he caído en la cuenta de que se refiere a falta, a carencia de ética, no a una posición ética del Yo ante la vida. Así más adelante, he encontrado una magnífica descripción de las relaciones sociales actuales, tildando a los elementos anteriores de delincuentes relacionales, personas que no son ni responsables ni culpables, que dependen de una serie de disposiciones existenciales que hacen de ellos incapaces de sostener cualquier tipo de compromiso ético. A éste tipo de compromiso lo denomina contrato hedonista. Dice al respecto:

«Pues el contrato funda la relación ética. Somos seres humanos, y como tales, dotados del poder de comunicación. A través del lenguaje en primer lugar, sin duda, pero también por medio de miles de otros signos comparables a la emisión de un mensaje, a su decodificación, recepción y comprensión por un tercero. La comunicación no verbal, gestual, las mímicas del rostro, las posturas del cuerpo, el tono de la voz, las inflexiones, el ritmo y la inflexión de la palabra, la sonrisa, transmiten la naturaleza de una relación. En el grado cero de la ética se halla la situación.«

Vamos, que antes de tener una relación con otra persona, antes de aceptar el contrato hedonista con otro, nos enfrentamos a la parafernalia de un lenguaje verbal y gestual que, en mi opinión, crea una «primera impresión» que va a condicionar los pasos posteriores de la relación en el plano ético. Continúa Onfray:

«Primer grado: la presciencia del deseo del otro. ¿Qué desea? ¿Qué me dice? ¿Cuál es su voluntad?»

A partir de la primera impresión, tenemos que inferir aquello que busca el otro, la persona con la que vamos a firmar el contrato… yo, hasta ahora, no tengo poderes telepáticos, la verdad.

«De ahí surge el cuidado necesario. Informarse del proyecto del tercero ante el cual me encuentro. Luego aclararle mi proyecto. Siempre a través de signos; el lenguaje, entre otros Ese juego de perpetuo de vida y vuelta entre las partes interesadas permite la escritura de un contrato. No hay moral fuera de esta lógica sinalgmática La relación ética puede darse sobre la información intercambiada.»

Al final se hace necesario acumular información con la que poder hacerse una imagen de los objetivos del otro. Desde mi punto de vista, evidentemente no por las palabras, gran parte del proyecto de gente que conozco consiste en medrar a costa de todo aquél que se cruce en su camino. Eso plantea el problema de no poder mantener el contrato con la otra persona, menos aún cuando te enfrentas a todo un grupo. ¿Qué dice Onfray al respecto?:

«En el caso del delincuente relacional, en cuanto ha quedado integrada la información, y en caso de amenaza contra la tranquilidad existencial la solución exige una reacción adecuada: la evitación

Con otras palabras, pasar de ellos para mantener la tranquilidad existencial de uno mismo. Aún añade:

«El hedonismo se define de modo positivo por la búsqueda del placer, sin duda, pero también de modo negativo, como evitación de las situaciones de displacer. Los psiquismos deteriorados corrompen lo que tocan. Salvo deseo de automutilación -ética contractual-, la expulsión permite restaurar la paz mental y la serenidad psíquica.»

Leches, de «psiquismos deteriorados» podría hacer un listado prolijo hasta el exceso. Y además, como la sabiduría popular indica: Dios los cría y ellos se juntan. Es obvio que un psiquismo deteriorado no es capaz de percibir el deterioro del prójimo, como tampoco es consciente de lo que puede suponer para su propia psique: renuncia a la propia personalidad, incapacidad de tomar decisiones, comunión con el papel asignado dentro de la comunidad sin llegar a plantearse en momento alguno, las capacidades propias para desempeñar otro rol. Onfray nos da su beneplácito para evitar a éstos elementos que pueden llevarnos al displacer (que gran término!) y nos presenta unas pautas para cuando no es posible dicho distanciamiento (vamos, el momento en el que me encuentro, que no me queda más remedio que bregar con un manojo de psiquismos deteriorados que yo llamo «personalidades tóxicas»)

«En algunos casos, el distanciamiento no es posible, porque se trata de personas con las que, por múltiples razones, estamos obligados a permanecer en contacto. Queda, pues, la solución ética, la buena distancia, lo que denominé La construcción de uno mismo la Eumetría. Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. Ni distanciamiento radical y definitivo, ni proximidad que expone al peligro. No exponerse, no entregarse, no confiarse, guardar los secretos, practicar la distancia, ejercer la discrección, mantener la cortesía, la buena educación y el arte de las relaciones fluidas pero distantes. ¿El objetivo? Evitar poner en peligro el núcleo de la identidad.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 109 y siguientes

No puedo estar más de acuerdo con su postura, sin embargo me conozco lo suficiente como para no ser capaz de mantenerla de entrada. Mi capacidad de descubrir personalidades tóxicas a priori es nula y, cuando lo descubro, siempre es demasiado tarde, lo que les da a los psiquismos deteriorados una ventaja sobre la relación, ya que para cuando se trata de llegar a la relación distante, tienen argumentos que tratan de usar como armas arrojadizas. Aunque claro, también es gracioso observar la incapacidad de estas personalidades de distanciarse del elemento que les produce suspicacia, siendo capaces de hacerlo únicamente, cuando se encuentran respaldadas por el grupo mentado anteriormente.

En definitiva, aplicando la lógica hedonista expuesta, me dedicaré a seguir tratando de evitar el displacer.

Perspectiva: el pacto erótico

Siguiendo con las disquisiciones filosóficas de Michel Onfray, en el libro que me estoy leyendo tras bregar con disquisiciones sobre las relaciones interpersonales que ya traté en la parte anterior pasa a hablar de las relaciones desde un plano más «íntimo». Por supuesto, uno no puede dejar de verse reflejado y ver reflejado el mundo que le rodea, en sus palabras, en las ideas que lanza como bombas atómicas contra la conciencia del lector.

En un principio contrapone los conceptos de eros pesado frente al eros liviano. Ambos conceptos parten de la interacción erótica entre dos seres humanos, si bien, en el primer caso, esa interacción se ve lastrada por el peso de una moral judeo cristiana que nos lleva a considerar el sexo como algo sucio y, por extensión, las reacciones físicas, el deseo, la líbido, son denostables y punibles ¿cómo se las castiga? Con la amenaza de distanciamiento de ese dios omnipresente y ausente, de que jamás llegaremos al prometido reino de los cielos. Pero la mala fama del eros en su vertiente hinca sus raíces en un sustrato más profundo: en la perpetuación de un modelo falocéntrico de sociedad en la cual el hombre, para someter a la mujer, crea un reflejo de la corte celestial, convirtiéndose en el «dios» de su casa a la voluntad del cual el resto de entes dependientes debe doblegarse. Eso, sin contar la percepción finalista del acto sexual: se fornica para procrear, cualquier otra finalidad, mucho más, la búsqueda del placer por el placer (viva MacNamara) no es más que pecado.

El eros liviano, por su parte, propone una interacción entre dos personas que se aceptan a sí mismos sin los inconvenientes de verse sometidos a una situación de dominación, de preponderancia del uno sobre el otro. Una relación entre iguales en la que el contrato hedonista se transforma en pacto erótico. Claro, que esto no es tan fácil como se puede plantear a primera vista. Dado que nos vemos inmersos en una sociedad que, pese a considerarse laica, lo único que ha hecho ha sido quitar a dios de la ecuación para reproducir los modelos éticos judeo cristianos prácticamente al pie de la letra, la búsqueda del placer, las relaciones sexuales, se ven desde una perspectiva que las distorsiona. Para rematarlo, en el saco metemos al amor y ahí ya sí que la liamos del todo. Dice en un momento dado:

«Construirse como máquina célibe en la relación de pareja permite evitar en lo posible la entropía consustancial con las disposiciones fusionales. Para evitar el esquema nada, todo, nada que caracteriza a menudo las historias fracasadas, mal, poco o nada construidas, vividas día a día, impuestas por lo cotidiano, vacilantes, la configuración nada, más, mucho me parece preferible.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 130

Ambos dispositivos parten del mismo punto: nada, es decir, dos personas que no se conocen previamente, se encuentran y empiezan a formar un pacto erótico entre ellas. Ese pacto, en el primer caso, convierte a una de las partes en todo para la otra, cosa que no tiene por qué ser, necesariamente, bidireccional, y cuando entra en juego la entropía propia de los seres humanos ese todo se transforma en un lastre que, en la mayoría de los casos se convierte de nuevo en nada e, incluso, menos que nada. La típica historia de A conoce a B, se enamoran hasta las trancas, se casan, son felices hasta que A siente que B molesta o a B le parece que la relación con A no funciona, y terminan separándose o divorciándose o lo que sea, con lo que vuelven a convertirse en dos extraños el uno para el otro, sus caminos divergen. En el caso del dispositivo nada, más, mucho, según Onfray, nos encontramos lo siguiente:

«[…] parte del mismo lugar: se encuentran dos seres que no saben aún que existen, y luego construyen sobre el principio del eros liviano. A partir de ese momento se elabora día a día una acción positiva que define el más: más ser, más expansión, más regocijo, más serenidad adquirida. Cuando ésta serie de más permite alcanzar una suma real, aparece el mucho y califica la relación rica, compleja, elaborada según el modo nominalista.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 130

Me encanta eso de «el modo nominalista» pues concreta mucho a lo que es la otra persona, despojándola de los finalismos utilitarios de la relación más «romántica», en otras palabras, propone una separación de la idea romántica de las relaciones, con todo el sedimento que las novelas rosas se han encargado de dejar en nuestro inconsciente colectivo, para proponer unas relaciones libres de cargas más allá de las que seamos capaces de acarrear, lo que supone que no nos veremos en la tesitura de tener que cargar con compromisos que nos veremos obligados a dejar de lado ante la imposibilidad de llevarlos adelante.

¿Qué pasa con la reproducción? Qué gran pregunta, que Onfray solventa así:

«La posibilidad fisiológica de concebir un hijo no obliga a pasar al acto, así como el hecho de poder matar no instituye de ningún modo el deber de cometer un homicidio»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 131

Sí que es un poco exagerado, pero es real como la vida misma, la posibilidad de tener hijos no significa, necesariamente que nos tengamos que reproducir. Además, no podemos dejar de tener en cuenta el hecho de que la crianza de un hijo no es lo mismo que la educación que, de antemano, según el filósofo:

«Freud, no obstante, ya nos previno: se haga lo que se haga, la educación es siempre fallida.»

Y deja un adorable recadito al padre del psiconálisis:

«Una mirada a la biografía de su hija Anna le da toda la razón»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 133

(La hija del vienés debía tener un complejo de Electra que no se lo debía saltar un gitano y, mientras su padre demonizaba la homosexualidad y calificaba a la mujer como «un hombre sin pene», hay claros indicios de que su descendiente era lesbiana)

Volviendo al tema que nos atañe (que como empiece con Freud no paro) no creo que Onfray denoste el tener descendencia, sino que hay que tener claro las responsabilidades que conlleva: criar no es educar (Amén)

En resumen, detrás de un instinto animal que todos poseemos, existe una razón erótica que sublima la energía salvaje que suponen las relaciones carnales para transformarlas en un juego erótico entre dos iguales.

Perspectiva: Una bioética prometéica

Volviendo a los derroteros del franchute, me he terminado ya «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista», esa suerte de síntesis del pensamiento filosófico de Onfray. Cierto es que la última parte, la dedicada a la política y a la estética decae mucho, muchísimo, dado que el hombre trata de sintetizar tanto sus opiniones que, al final, todo se queda en meras pinceladas sin llegar a concretarse en nada tangible. Pero entre ambas partes aparece la parte de la bioética, todo un trallazo con las perspectivas preponderantes hoy en día. El epíteto de prometéico, nos remite al mito de Prometeo según la wikipedia:

«En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los humanos para su uso y ser castigado por este motivo

¿Qué es lo que busca el Prometeo mitológico? El bien de la humanidad ¿Busca la bioética actual el bien de la humanidad? Obviando el tema de los beneficios escandalosos de las empresas farmacéuticas, la cruda realidad es que no buscan el bien de la humanidad sino la paliación de los males del ser humanos, algo realmente distinto puesto que adopta una perspectiva desde la muerte, desde el dolor, en vez de mirar a la vida, a la ausencia de ese dolor. Esa perspectiva necrófila proviene, una vez más, de mitos católicos según los cuales la vida es sufrimiento en éste valle de lágrimas y todas esas cosas que les gustan tanto a los sacerdotes (no me estoy refiriendo a jóvenes efebos, no nos desviemos del tema), disgregando de forma traumática el cuerpo físico del cuerpo espiritual. Onfray no niega cierta transcendencia en la esencia del ser humano, a lo que se opone es a desligarla de la esencia tangible del ser. El objeto del modelo corporal impuesto por la teocracia es el cuerpo angélico, libre de mácula el cual, el hombre, como elemento carnal, jamás podrá alcanzar (viene a ser lo que nos pasa en ésta sociedad de la imagen cuando vemos las fotos de las/los top models de proporciones áureas y las extrapolamos a lo que vemos en el espejo cada mañana, no deja de ser lo mismo, pero tangencializando el modelo de perfección en personas concretas) para desligarnos de ese modelo angélico Onfray propone:

«(…) exponer el cuerpo nominalista, ateo, encarnado, mecánico, aun cuando esta mecánica, mucho más sutil de lo que afirman sus adversarios espirituales, merezca una afinación conceptual y teórica. Desmitiquemos la carne, depurémosla de fantasmas, ficciones y otras respresentaciones mágicas. Abandonemos la era del pensamiento primitivo y entremos en una verdadera época de la razón.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 175

La bioética en general, con todo lo que ella conlleva de medicina e investigación, en estos momentos está instalada en lo que denomina una «heurística del miedo«, lo cual conlleva una paradoja en la base de éste concepto, puesto que si heurística la definimos como «la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines» (fuente: Wikipedia), nunca la podremos alcanzar desde la perspectiva ¿De dónde nace ese miedo? De una concepción crística de un cuerpo pecaminoso y condenado al dolor.

«Enseñemos el terror ontológico para producir inmovilidad tecnológica. Resultado: el triunfo del principio de precaución, que marca la victoria del conservadurismo.«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 175

Propuesta la superación del cuerpo humano, llegando al cuerpo poshumano en una búsqueda de la felicidad, no en la persecución de los cuidados paliativos del dolor, Onfray plantea el medio para llegar a dicho objetivo: las transgénesis. Es decir, el uso de los medios genéticos a nuestro alcance sin pasarlos por la perspectiva de esa heurística del miedo.

«La medicina transgénica (…) frena la omnipotencia de la medicina agonística qie, la mayor parte del tiempo combate el mal con otro mal. Define una medicina distinta, pacífica, que neutraliza la aparición de la negatividad (…)«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 185

En resumen, Onfray propugna una medicina que nos lleve al bienestar, sí, pero a través de los medios que poseemos hoy en día a nuestro alcance, despojando de la negatividad con la que nos presentan cosas como la genética, la clonación, la transgénesis… Propone una medicina del gozo, y lo ejemplifica en la Viagra, diciendo:

«da a la carne los medios del espíritu, muestra a qué se parece una farmacopea dionisíaca adaptada a la pulsión de vida«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 188

En conclusión: usemos la medicina y los medios a nuestro alcance para vivir, no para evitar la muerte.

mp3: Hooverphonic “Vinegar & salt”

Remembranzas culinarias


 

Que la comida nos trae recuerdos no es nada nuevo, que se lo digan a Proust y a sus madalenas. Esto viene a colación de que estoy metido en la cocina preparando un curry y he recordado la primera vez que lo probé. Yo debía tener 23 o 24 años y estaba en plena efervescencia de liberación homosexual, vamos, lo que viene a llamarse la fase puta que viene tras la salida del armario.

Estaba por aquellos entonces en una relación un tanto extraña con un tío que me sacaba catorce años y me parecía el tipo más interesante que he conocido nunca (lo siento por las parejas que he tenido después: ninguno ha superado ese listón): era mayor que yo, tenía una vida MUY interesante, amigos con los que tener conversaciones que retaban intelectualmente, gente con la que podía hablar de cocina y acto seguido debatir sobre María Zambrano, me llevaba a cenar a sitios donde ni se me hubiera ocurrido ir, visitábamos calas que nunca he vuelto a pisar… Volviendo al curry, éste chico, bueno, hombre, tenía un novio que vivía en Los Angeles (casi nada) y llevaban una relación abierta. Vamos, que se ponían los cuernos mutuamente con el conocimiento y el consentimiento del otro. La cosa es que el novio fue de visita a Santander y me invitaron a cenar a su casa porque iban a preparar curry. Ésa fue la primera vez que lo probé y, en honor a la verdad, me encantó.

Después han venido otros currys y otros hombres. Buenos, malos, mejores o peores. Pero ninguno igual.

mp3: George Michael “Outside”

Perspectiva: una bioética prometéica


 

Volviendo a los derroteros del franchute, me he terminado ya «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista», esa suerte de síntesis del pensamiento filosófico de Onfray. Cierto es que la última parte, la dedicada a la política y a la estética decae mucho, muchísimo, dado que el hombre trata de sintetizar tanto sus opiniones que, al final, todo se queda en meras pinceladas sin llegar a concretarse en nada tangible. Pero entre ambas partes aparece la parte de la bioética, todo un trallazo con las perspectivas preponderantes hoy en día. El epíteto de prometéico, nos remite al mito de Prometeo según la wikipedia:

«En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los humanos para su uso y ser castigado por este motivo

¿Qué es lo que busca el Prometeo mitológico? El bien de la humanidad ¿Busca la bioética actual el bien de la humanidad? Obviando el tema de los beneficios escandalosos de las empresas farmacéuticas, la cruda realidad es que no buscan el bien de la humanidad sino la paliación de los males del ser humanos, algo realmente distinto puesto que adopta una perspectiva desde la muerte, desde el dolor, en vez de mirar a la vida, a la ausencia de ese dolor. Esa perspectiva necrófila proviene, una vez más, de mitos católicos según los cuales la vida es sufrimiento en éste valle de lágrimas y todas esas cosas que les gustan tanto a los sacerdotes (no me estoy refiriendo a jóvenes efebos, no nos desviemos del tema), disgregando de forma traumática el cuerpo físico del cuerpo espiritual. Onfray no niega cierta transcendencia en la esencia del ser humano, a lo que se opone es a desligarla de la esencia tangible del ser. El objeto del modelo corporal impuesto por la teocracia es el cuerpo angélico, libre de mácula el cual, el hombre, como elemento carnal, jamás podrá alcanzar (viene a ser lo que nos pasa en ésta sociedad de la imagen cuando vemos las fotos de las/los top models de proporciones áureas y las extrapolamos a lo que vemos en el espejo cada mañana, no deja de ser lo mismo, pero tangencializando el modelo de perfección en personas concretas) para desligarnos de ese modelo angélico Onfray propone:

«(…) exponer el cuerpo nominalista, ateo, encarnado, mecánico, aun cuando esta mecánica, mucho más sutil de lo que afirman sus adversarios espirituales, merezca una afinación conceptual y teórica. Desmitiquemos la carne, depurémosla de fantasmas, ficciones y otras respresentaciones mágicas. Abandonemos la era del pensamiento primitivo y entremos en una verdadera época de la razón.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 175

La bioética en general, con todo lo que ella conlleva de medicina e investigación, en estos momentos está instalada en lo que denomina una «heurística del miedo«, lo cual conlleva una paradoja en la base de éste concepto, puesto que si heurística la definimos como «la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines» (fuente: Wikipedia), nunca la podremos alcanzar desde la perspectiva ¿De dónde nace ese miedo? De una concepción crística de un cuerpo pecaminoso y condenado al dolor.

«Enseñemos el terror ontológico para producir inmovilidad tecnológica. Resultado: el triunfo del principio de precaución, que marca la victoria del conservadurismo.«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 175

Propuesta la superación del cuerpo humano, llegando al cuerpo poshumano en una búsqueda de la felicidad, no en la persecución de los cuidados paliativos del dolor, Onfray plantea el medio para llegar a dicho objetivo: las transgénesis. Es decir, el uso de los medios genéticos a nuestro alcance sin pasarlos por la perspectiva de esa heurística del miedo.

«La medicina transgénica (…) frena la omnipotencia de la medicina agonística qie, la mayor parte del tiempo combate el mal con otro mal. Define una medicina distinta, pacífica, que neutraliza la aparición de la negatividad (…)«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 185

En resumen, Onfray propugna una medicina que nos lleve al bienestar, sí, pero a través de los medios que poseemos hoy en día a nuestro alcance, despojando de la negatividad con la que nos presentan cosas como la genética, la clonación, la transgénesis… Propone una medicina del gozo, y lo ejemplifica en la Viagra, diciendo:

«da a la carne los medios del espíritu, muestra a qué se parece una farmacopea dionisíaca adaptada a la pulsión de vida«

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 188

En conclusión: usemos la medicina y los medios a nuestro alcance para vivir, no para evitar la muerte.

mp3: Tricky «Evolution Revolution Love»

Perspectiva: el pacto erótico


 

Siguiendo con las disquisiciones filosóficas de Michel Onfray, en el libro que me estoy leyendo tras bregar con disquisiciones sobre las relaciones interpersonales que ya traté en el post anterior pasa a hablar de las relaciones desde un plano más «íntimo». Por supuesto, uno no puede dejar de verse reflejado y ver reflejado el mundo que le rodea, en sus palabras, en las ideas que lanza como bombas atómicas contra la conciencia del lector.

En un principio contrapone los conceptos de eros pesado frente al eros liviano. Ambos conceptos parten de la interacción erótica entre dos seres humanos, si bien, en el primer caso, esa interacción se ve lastrada por el peso de una moral judeo cristiana que nos lleva a considerar el sexo como algo sucio y, por extensión, las reacciones físicas, el deseo, la líbido, son denostables y punibles ¿cómo se las castiga? Con la amenaza de distanciamiento de ese dios omnipresente y ausente, de que jamás llegaremos al prometido reino de los cielos. Pero la mala fama del eros en su vertiente hinca sus raíces en un sustrato más profundo: en la perpetuación de un modelo falocéntrico de sociedad en la cual el hombre, para someter a la mujer, crea un reflejo de la corte celestial, convirtiéndose en el «dios» de su casa a la voluntad del cual el resto de entes dependientes debe doblegarse. Eso, sin contar la percepción finalista del acto sexual: se fornica para procrear, cualquier otra finalidad, mucho más, la búsqueda del placer por el placer (viva MacNamara) no es más que pecado.

El eros liviano, por su parte, propone una interacción entre dos personas que se aceptan a sí mismos sin los inconvenientes de verse sometidos a una situación de dominación, de preponderancia del uno sobre el otro. Una relación entre iguales en la que el contrato hedonista se transforma en pacto erótico. Claro, que esto no es tan fácil como se puede plantear a primera vista. Dado que nos vemos inmersos en una sociedad que, pese a considerarse laica, lo único que ha hecho ha sido quitar a dios de la ecuación para reproducir los modelos éticos judeo cristianos prácticamente al pie de la letra, la búsqueda del placer, las relaciones sexuales, se ven desde una perspectiva que las distorsiona. Para rematarlo, en el saco metemos al amor y ahí ya sí que la liamos del todo. Dice en un momento dado:

«Construirse como máquina célibe en la relación de pareja permite evitar en lo posible la entropía consustancial con las disposiciones fusionales. Para evitar el esquema nada, todo, nada que caracteriza a menudo las historias fracasadas, mal, poco o nada construidas, vividas día a día, impuestas por lo cotidiano, vacilantes, la configuración nada, más, mucho me parece preferible.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 130

Ambos dispositivos parten del mismo punto: nada, es decir, dos personas que no se conocen previamente, se encuentran y empiezan a formar un pacto erótico entre ellas. Ese pacto, en el primer caso, convierte a una de las partes en todo para la otra, cosa que no tiene por qué ser, necesariamente, bidireccional, y cuando entra en juego la entropía propia de los seres humanos ese todo se transforma en un lastre que, en la mayoría de los casos se convierte de nuevo en nada e, incluso, menos que nada. La típica historia de A conoce a B, se enamoran hasta las trancas, se casan, son felices hasta que A siente que B molesta o a B le parece que la relación con A no funciona, y terminan separándose o divorciándose o lo que sea, con lo que vuelven a convertirse en dos extraños el uno para el otro, sus caminos divergen. En el caso del dispositivo nada, más, mucho, según Onfray, nos encontramos lo siguiente:

«[…] parte del mismo lugar: se encuentran dos seres que no saben aún que existen, y luego construyen sobre el principio del eros liviano. A partir de ese momento se elabora día a día una acción positiva que define el más: más ser, más expansión, más regocijo, más serenidad adquirida. Cuando ésta serie de más permite alcanzar una suma real, aparece el mucho y califica la relación rica, compleja, elaborada según el modo nominalista.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 130

Me encanta eso de «el modo nominalista» pues concreta mucho a lo que es la otra persona, despojándola de los finalismos utilitarios de la relación más «romántica», en otras palabras, propone una separación de la idea romántica de las relaciones, con todo el sedimento que las novelas rosas se han encargado de dejar en nuestro inconsciente colectivo, para proponer unas relaciones libres de cargas más allá de las que seamos capaces de acarrear, lo que supone que no nos veremos en la tesitura de tener que cargar con compromisos que nos veremos obligados a dejar de lado ante la imposibilidad de llevarlos adelante.

¿Qué pasa con la reproducción? Qué gran pregunta, que Onfray solventa así:

«La posibilidad fisiológica de concebir un hijo no obliga a pasar al acto, así como el hecho de poder matar no instituye de ningún modo el deber de cometer un homicidio»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 131

Sí que es un poco exagerado, pero es real como la vida misma, la posibilidad de tener hijos no significa, necesariamente que nos tengamos que reproducir. Además, no podemos dejar de tener en cuenta el hecho de que la crianza de un hijo no es lo mismo que la educación que, de antemano, según el filósofo:

«Freud, no obstante, ya nos previno: se haga lo que se haga, la educación es siempre fallida.»

Y deja un adorable recadito al padre del psiconálisis:

«Una mirada a la biografía de su hija Anna le da toda la razón»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 133

(La hija del vienés debía tener un complejo de Electra que no se lo debía saltar un gitano y, mientras su padre demonizaba la homosexualidad y calificaba a la mujer como «un hombre sin pene», hay claros indicios de que su descendiente era lesbiana)

Volviendo al tema que nos atañe (que como empiece con Freud no paro) no creo que Onfray denoste el tener descendencia, sino que hay que tener claro las responsabilidades que conlleva: criar no es educar (Amén)

En resumen, detrás de un instinto animal que todos poseemos, existe una razón erótica que sublima la energía salvaje que suponen las relaciones carnales para transformarlas en un juego erótico entre dos iguales.

mp3: Foo Fighters «Times like these»

Perspectiva: el contrato hedonista


 

20080711132048-antidepresivo

 

Hay pocos filósofos que me gusten tanto como Michel Onfray, tal vez sea porque es de los pocos a los que realmente entiendo. Tal vez sea porque sea el primero que me encuentro que me plantea que todo lo que he aprendido hasta ahora de pensamiento filosófico es sólo una de las caras de la historia, posiblemente la más aburrida y la más distante del ser humano en sí. Después de su «Tratado de ateología», con el que me reí como nunca con un ensayo (esas pullas a Pablo de Tarso hacen que te mondes de risa sí o sí, mientras grita a los cuatro vientos que toda la moral actual está basada en la «pulsión de muerte», la negación de la vida y la creencia en quimeras y cuentos) ahora estoy atacando «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista», seguramente más árido pero, al mismo tiempo, más completo al aglutinar no sólo la metafísica de su pensamiento como hace en el primero, sino también su perspectiva sobre ética, erótica, política, estética y epistemología.

Divagando en la parte de ética, en la que propugnaba la constitución del Yo como elemento moral básico, dejando de lado las pejiguerías enraizadas en una moral judeocristiana de la que todos, en mayor o menor medida, somos deudores, cuando me encontré con la siguiente afirmación:

«[…], la etología da cuenta de esa falta de ética: cada cual evoluciona en un territorio reducido hacia su determinismo de macho dominante, de hembra dominada, de integrante de la horda o miembro de un grupo más extenso que otro. El reino de la tribu contra el de lo humano. La construcción de un cerebro ético constituye el primer grado hacia una revolución política digna de ese nombre.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 106

Al principio me ha dejado un poco noqueado, dadas las circunstancias actuales no me veo como ninguno de los elementos mencionados por el filósofo: ni soy macho dominante, ni hembra dominada ni, mucho menos, integrante de la horda. Hasta que he caído en la cuenta de que se refiere a falta, a carencia de ética, no a una posición ética del Yo ante la vida. Así más adelante, he encontrado una magnífica descripción de las relaciones sociales actuales, tildando a los elementos anteriores de delincuentes relacionales, personas que no son ni responsables ni culpables, que dependen de una serie de disposiciones existenciales que hacen de ellos incapaces de sostener cualquier tipo de compromiso ético. A éste tipo de compromiso lo denomina contrato hedonista. Dice al respecto:

«Pues el contrato funda la relación ética. Somos seres humanos, y como tales, dotados del poder de comunicación. A través del lenguaje en primer lugar, sin duda, pero también por medio de miles de otros signos comparables a la emisión de un mensaje, a su decodificación, recepción y comprensión por un tercero. La comunicación no verbal, gestual, las mímicas del rostro, las posturas del cuerpo, el tono de la voz, las inflexiones, el ritmo y la inflexión de la palabra, la sonrisa, transmiten la naturaleza de una relación. En el grado cero de la ética se halla la situación.«

Vamos, que antes de tener una relación con otra persona, antes de aceptar el contrato hedonista con otro, nos enfrentamos a la parafernalia de un lenguaje verbal y gestual que, en mi opinión, crea una «primera impresión» que va a condicionar los pasos posteriores de la relación en el plano ético. Continúa Onfray:

«Primer grado: la presciencia del deseo del otro. ¿Qué desea? ¿Qué me dice? ¿Cuál es su voluntad?»

A partir de la primera impresión, tenemos que inferir aquello que busca el otro, la persona con la que vamos a firmar el contrato… yo, hasta ahora, no tengo poderes telepáticos, la verdad.

«De ahí surge el cuidado necesario. Informarse del proyecto del tercero ante el cual me encuentro. Luego aclararle mi proyecto. Siempre a través de signos; el lenguaje, entre otros Ese juego de perpetuo de vida y vuelta entre las partes interesadas permite la escritura de un contrato. No hay moral fuera de esta lógica sinalgmática La relación ética puede darse sobre la información intercambiada.»

Al final se hace necesario acumular información con la que poder hacerse una imagen de los objetivos del otro. Desde mi punto de vista, evidentemente no por las palabras, gran parte del proyecto de gente que conozco consiste en medrar a costa de todo aquél que se cruce en su camino. Eso plantea el problema de no poder mantener el contrato con la otra persona, menos aún cuando te enfrentas a todo un grupo. ¿Qué dice Onfray al respecto?:

«En el caso del delincuente relacional, en cuanto ha quedado integrada la información, y en caso de amenaza contra la tranquilidad existencial la solución exige una reacción adecuada: la evitación

Con otras palabras, pasar de ellos para mantener la tranquilidad existencial de uno mismo. Aún añade:

«El hedonismo se define de modo positivo por la búsqueda del placer, sin duda, pero también de modo negativo, como evitación de las situaciones de displacer. Los psiquismos deteriorados corrompen lo que tocan. Salvo deseo de automutilación -ética contractual-, la expulsión permite restaurar la paz mental y la serenidad psíquica.»

Leches, de «psiquismos deteriorados» podría hacer un listado prolijo hasta el exceso. Y además, como la sabiduría popular indica: Dios los cría y ellos se juntan. Es obvio que un psiquismo deteriorado no es capaz de percibir el deterioro del prójimo, como tampoco es consciente de lo que puede suponer para su propia psique: renuncia a la propia personalidad, incapacidad de tomar decisiones, comunión con el papel asignado dentro de la comunidad sin llegar a plantearse en momento alguno, las capacidades propias para desempeñar otro rol. Onfray nos da su beneplácito para evitar a éstos elementos que pueden llevarnos al displacer (que gran término!) y nos presenta unas pautas para cuando no es posible dicho distanciamiento (vamos, el momento en el que me encuentro, que no me queda más remedio que bregar con un manojo de psiquismos deteriorados que yo llamo «personalidades tóxicas»)

«En algunos casos, el distanciamiento no es posible, porque se trata de personas con las que, por múltiples razones, estamos obligados a permanecer en contacto. Queda, pues, la solución ética, la buena distancia, lo que denominé La construcción de uno mismo la Eumetría. Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. Ni distanciamiento radical y definitivo, ni proximidad que expone al peligro. No exponerse, no entregarse, no confiarse, guardar los secretos, practicar la distancia, ejercer la discrección, mantener la cortesía, la buena educación y el arte de las relaciones fluidas pero distantes. ¿El objetivo? Evitar poner en peligro el núcleo de la identidad.»

Michel Onfray «La fuerza de existir. Manifiesto hedonista» Ed.Anagrama (2008) p. 109 y siguientes

No puedo estar más de acuerdo con su postura, sin embargo me conozco lo suficiente como para no ser capaz de mantenerla de entrada. Mi capacidad de descubrir personalidades tóxicas a priori es nula y, cuando lo descubro, siempre es demasiado tarde, lo que les da a los psiquismos deteriorados una ventaja sobre la relación, ya que para cuando se trata de llegar a la relación distante, tienen argumentos que tratan de usar como armas arrojadizas. Aunque claro, también es gracioso observar la incapacidad de estas personalidades de distanciarse del elemento que les produce suspicacia, siendo capaces de hacerlo únicamente, cuando se encuentran respaldadas por el grupo mentado anteriormente.

En definitiva, aplicando la lógica hedonista expuesta, me dedicaré a seguir tratando de evitar el displacer.

mp3: Skunk Anansie «Hedonism (Just because you feel good)»