Ella la odiaba con la vehemencia usada para demonizar todo aquello que no se ajusta a nuestros cánones.
Ella la tenía una manía que se convertía en una molestia física que empezaba en el estómago y llegaba hasta la boca, donde se depositaba con el sabor de la hiel.
Pero se sonreían cada vez que el viento cruzaba sus caminos por las calles.
Te he dicho alguna vez que me encantas?
Lo dicho. 🙂
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