«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
Sin voz, desnuda, Pedro Salinas
Un rastro amargo
de una trampa
de una indefensión,
una intimidad impostada
que afloraba en momentos
en que eras tu contra el mundo
en que era sólo yo
contra mí mismo
sometidos a la carnalidad
de un lecho inexpugnable.
Persiguiendo caminos,
tarareando canciones
con telas de araña
en las semicorcheas,
leyendo tu rostro en Braille,
jugando a unir los puntos
sobre tu espalda,
escudándome en el deseo
que yo quería encontrar
en tu mirada de bolero.
Creo que la trampa de ser indefenso
me valió para hacer del tiempo
mi escudo
y mi lanza,
de los adjetivos
puntualizaciones blindadas
contra los martirios,
de tu mirada
(promesa de hierba)
la necesidad de ser chivo expiatorio.