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La oferta de empleo imposible


Una mañana te levantas y descubres en tu correo electrónico una oferta de un portal de empleo que siempre te envía propuestas para trabajos en Vilanova i la Geltrú o Reus (conste que no tengo nada contra esos lugares, seguro que son preciosos y hay gente maravillosa) sin que yo haya indicado que pretenda alejarme demasiado de Madrid. Y decides aplicar a la oferta, en este caso de una ETT. Y hay empieza el drama, que no sabes que lo es, pero termina siéndolo.

A través del enlace del correo vas a la web del portal que te ha enviado el correo, en este caso JobAndTalent que te informa gentilmente que te has apuntado a la oferta de marras. Todo es maravilloso. Todo son parabienes. Entonces vuelves a abrir tu buzón y ves un correo del mismo portal y te dices: «Será la confirmación de que me he inscrito en la oferta». ERROR. Resulta que tienes que apuntarte en otro portal del cuál te facilitan el enlace (hoy les he subido el ClickThroughRate al encargado del mailing de JobAndTalent) que te direcciona a otro portal de empleo que uso habitualmente, en este caso, Infojobs.

Ahí, después de identificarte con las credenciales de todos los días, llegas a la pantalla de inscripción y te das cuenta de que la han actualizado, la han dejado mucho más chula, acorde con el nuevo estilo que le están dando a todo el portal. En fin, que para inscribirte en la oferta te hacen un cuestionario más largo que el que me ha hecho esta tarde mi médico cuando me ha hecho un reconocimiento y se ha remontado a mis antepasados en Altamira para saber si ese lunar que tengo, cielito lindo, junto a la boca podría tratarse de un tumor. Ya sabéis, esos cuestionarios que preguntan todas esas cosas que dices en tu curriculum, pero que los de RRHH no quieren entrar a leer para evitar dejar pistas. Después de rellenar todos los campos y dar a enviar, te sale la típica pantalla de confirmación a la que, para que negarlo, le haces el mismo caso que a las condiciones de servicio de cualquier programa informático.

Entonces te llega el correo electrónico. El de confirmación de que te has inscrito en la oferta. Pero resulta que aún no has formalizado la inscripción porque tienes que confirmarla en la página web de la ETT, en este caso Manpower. Se te hace tarde pero intentas acceder a la web con la contraseña que crees que tienes. Pero que no funciona, así que solicitas una nueva contraseña, a ver si llega rápido y lo dejas todo gestionado. Pero no llega. Ni rápido ni despacio. Así que decides darte de alta de nuevo en la página. A todo esto, lo dejas a medias porque llevas dos horas con el tema y tienes aún que ir al gimnasio y hacer un par de recados.

Vuelves a ponerte delante del ordenador. Del email que solicitaste para restablecer la contraseña no hay ni rastro. No, en la bandeja de correo electrónico no deseado tampoco. Así que decides darte de alta de nuevo (cosa que te apetece bastante poco porque siempre es un poco tedioso andar rellenando más y más campos con datos personales, profesionales, experiencias, conocimientos, la receta de la tortilla de patata y la confesión de haber asesinado a Kennedy) y la sorpresa es que el correo electrónico que quieres usar ya está registrado. Pero aún no te ha llegado el restablecimiento de contraseña. No, en la bandeja de correo electrónico no deseado tampoco.

Justo cuando te vas a dar por vencido, llega el correo deseado, cambias la contraseña y vuelves a cambiarla hasta que se adecúa a las exigencias del portal (más de seis caracteres, pero menos de ocho, al menos una mayúscula, un signo de puntuación, un símbolo ortográfico y un número y que no signifique nada en arameo) y accedes a tu área privada. Te das cuenta de que la tienes un poco desfasada. Vamos, prácticamente en blanco. Salvo un curriculum en formato txt más triste que una tienda de animales un domingo por la mañana. Haciendo de tripas corazón rellenas los campos típicos pero que se llaman de otra forma y completas todo tu perfil.

Parece que has llegado al último paso. Usas el buscador de la ETT para localizar la oferta de empleo de tus desvelos. Pones el nombre indicado en el primer correo. El que recibiste a primera hora de la mañana. Nada. Pruebas una búsqueda más genérica. Aparece una oferta para Zaragoza. Piensas en afinar por zona geográfica y despliegas el menú de localidades correspondientes a Madrid, donde aparecen las siguientes: Alcalá, Cobeña, Coslada, Meco, San Sebastián de los Reyes, Torrejón de Ardoz y Tres Cantos. Ni rastro de Madrid capital.

A esas alturas, te das por vencido y ves en las ofertas inscrito en Infojobs que ya te han descartado del proceso de selección. Normal, han debido pasar meses desde que has intentado apuntarte a la oferta.

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Egolatría deslustrada (o tengo un ego que no me cabe en esta bocaza que tengo)


Dedicado a Lady S. (and you know why)

bocazas

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

Debe ser lo bueno de ser un travelo que hace la calle: tienes tantas experiencias en tu vida que eres capaz de extrapolar cualquier historia, cualquier anécdota, cualquier relato a alguna relacionada con la vida lumpen que has vivido.

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

No hace falta que escuche lo que tiene que decir su interlocutor, en cuanto encuentra un hueco (o no, también sirve callarle interrumpiendo) lanza su preparada diatriba sobre cualquier tema que se prepare la noche antes.

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

La lumi con la que comparte esquina, la mira con perplejidad: acabar de llegar de Rusia y no entender castellano no es obstáculo para quedarse sorprendida ante un torrente de palabras acompañadas de una hiperbólica gesticulación con la que hacerse entender.

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

Una vez estuvo trabajando a las órdenes de un proxeneta, un rufián del tres al cuarto, al que llamaban “Media leche” porque salía escaldado cada vez que se metía en alguna rencilla por una esquina en la que colocar a sus protegidas.

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

La que mejor lo sobrellevaba, la que lo aguantaba sin decir ni mu, era una madre sorda con la que compartía la destartalada habitación de un quinto interior sin ascensor.

“Y yo…”

“Pues a mí…”

“Es que mi…”

“Yo…”

mp3: Michel Teló “Ai se eu te pego”

Remembranzas culinarias


 

Que la comida nos trae recuerdos no es nada nuevo, que se lo digan a Proust y a sus madalenas. Esto viene a colación de que estoy metido en la cocina preparando un curry y he recordado la primera vez que lo probé. Yo debía tener 23 o 24 años y estaba en plena efervescencia de liberación homosexual, vamos, lo que viene a llamarse la fase puta que viene tras la salida del armario.

Estaba por aquellos entonces en una relación un tanto extraña con un tío que me sacaba catorce años y me parecía el tipo más interesante que he conocido nunca (lo siento por las parejas que he tenido después: ninguno ha superado ese listón): era mayor que yo, tenía una vida MUY interesante, amigos con los que tener conversaciones que retaban intelectualmente, gente con la que podía hablar de cocina y acto seguido debatir sobre María Zambrano, me llevaba a cenar a sitios donde ni se me hubiera ocurrido ir, visitábamos calas que nunca he vuelto a pisar… Volviendo al curry, éste chico, bueno, hombre, tenía un novio que vivía en Los Angeles (casi nada) y llevaban una relación abierta. Vamos, que se ponían los cuernos mutuamente con el conocimiento y el consentimiento del otro. La cosa es que el novio fue de visita a Santander y me invitaron a cenar a su casa porque iban a preparar curry. Ésa fue la primera vez que lo probé y, en honor a la verdad, me encantó.

Después han venido otros currys y otros hombres. Buenos, malos, mejores o peores. Pero ninguno igual.

mp3: George Michael “Outside”

Septiembre


 

Después de todo tu tienes tu vida
y yo simplemente estoy viviendo,
vuelve la ropa de temporada
aún no he decidido tu regalo de cumpleaños.

Algora «Septiembre»

Septiembre nos alcanzó con la palabra verano en la boca, con la costumbre del estío aún en nuestros huesos, con la típica escena del marido que vuelve a casa antes de la hora, sorprendiéndonos en los brazos de otra estación, cuando esperábamos que nos encontrara en flagrante adulterio.

Antes de que fuéramos capaces de reaccionar, el armario se pobló de jerseys, colores depresivos y hojas secas que hacía unos días se encontraban desterrados en algún rincón en el que esperábamos que durmieran el sueño de los justos, aconsejados por una envidiosa primavera que hace ya tiempo nos ha abandonado.

Conoce los rincones de la casa, de nuestras idas y nuestras venidas, así que Septiembre toma posesión de sus dominios sin disculparse ni quitarse los zapatos. Se siente cómodo volviendo al lugar al que pertenece.

Y en tu corazón. Al fondo a la derecha. Sabes que le echabas de menos.

mp3: God Help the Girl «Funny little frog»

Mis nostálgicas manías


Haciendo memoría he recordado uno de esos mensajes en cadena, en éste caso a través del fotolog. A mí me tocó hace unos cuantos años pero éstas manías siguen siendo vigentes. A saber

  1. Al salir por la puerta de casa siempre tengo que revisar si llevo las llaves encima. Normalmente, una vez en la puerta pongo el pie en el quicio y compruebo que mis llaves están en el bolsillo derecho del pantalón. Por extensión, siempre que salgo de casa de alguien con ese alguien pregunto si lleva las llaves encima. Oiga ha sido objeto varias veces de dicha manía.
  2. Yo no leo el periódico de delante a atrás. Tampoco de atrás a delante. Yo empiezo por el final y cuando termino con la sección de cultura paso a la primera página y continuo con el periódico hasta llegar, de nuevo a la sección de cultura. Si hay suplementos interiores me los salto y luego vuelvo sobre ellos.
  3. Siempre tengo que llevar un libro en la mochila, de ahí mi preferencia por los libros de bolsillo, aunque si tienen una buen edición mejor que mejor. Generalmente esos libros terminan bastante mal conservados por los viajes que se pegan en la mochila. Tiene la ventaja de que en cualquier sitio, sea un autobús o una cafetería, tengo algo para entretenerme.
  4. Tengo serios problemas para no corregir a la gente con respecto al uso del condicional y el subjuntivo. Cuando alguien comete dicho error, si hay confianza corrijo a la persona repitiendo la frase con el tiempo verbal correcto, si no, me tengo que morder la lengua (pero que conste que lo paso mal)
  5. No puedo beber un botellín de cerveza hasta el final. Es curioso, si es una caña no tengo problema para beberla hasta el fondo. Con un botellín, sea un cuarto o un media (o un quinto o un tercio, según el punto de este, nuestro país en el que me encuentre), soy incapaz, tengo que dejar un dedo de cerveza. Si bebo el final (porque estoy muy borracho o se me va la olla) normalmente tengo arcadas.

El original lo podéis encontrar aquí.

mp3: Craig David (ft. Sting) «Rise & fall»