Víctima de escarnio íntimo,
vapuleado por palabras
con esquinas de acero
y acento de cuchilla,
salgo ileso de las escaramuzas,
patrocinando “El final de la escapada”
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Podrá llegar otro tiempo
anestesiado de caminos y puertos,
una culpa que echará raíces
en la alevosía descalza
con la que una vez maldije mi sombra.
No queda más opción que la lucidez,
encogerse de hombros,
buscar en el fondo de los bolsillos
los trozos del disfraz de vulnerable,
la pose bohemia y trasnochada
de aquél que huye de los espejos,
de las sombras arbitrarias
y el exceso de escrúpulo.