Ahora ya no soy como era
porque sé lo que viene
después del colorín colorado,
porque nunca he comido perdices
y ya sé
que lo del érase una vez
no va conmigo
-me da alergia -.
Ya no soy como era,
como he sido o como fui,
pero tampoco soy
como voy a ser
o como seré,
mucho menos como podría haber sido.
Ya no lo soy.
Pero no merece la pena llorar
o lamentarse.
No merece la pena jurar y perjurar
que he vuelto a dejar que me engañes.
No porque esté de vuelta de todo
-ni mucho menos-
sino porque hay piedras
en las que merece la pena
volver a tropezar para caer de nuevo.
Qué quieres que te diga;
nunca se me dieron bien
los finales felices.