Me gusta mucho curiosear las novedades que se publican en el sector del Manga. Es una cultura que me llama poderosamente la atención (lo llamo «cultura» porque no se trata sólo de cómics, películas y series, si no que además desarrolla una gran cantidad de merchandising y los más devotos de algunas series crean todo un universo en torno a las mismas) porque percibo que sus autores tienen menos complejos a la hora de desarrollar argumentos que en Occidente podríamos considerar delirantes en exceso. Añadir que mi conocimiento sobre este mundo es más bien reducido, sólo soy un curioso sobre la materia.
Recientemente, a las procelosas aguas del mercado español se han lanzado dos editoriales centradas en éste tipo de cómic: Ediciones Tomodomo (de la que hablaré en otra ocasión porque me tiene rendido de amor con lo que está publicando) y la que edita el volumen que nos ocupa Milkyway Ediciones, con una edición realmente cuidada y doble sobrecubierta.
Me decidí por este volumen porque la sinopsis parecía remitir a una atractiva historia de terror:
Entre los niños del pueblo se propaga un escalofriante rumor: una criatura misteriosa acecha en el túnel que hay detrás de la escuela. Cuando el cuerpo sin vida de la madre de Arie es encontrado a la entrada del túnel, la leyenda parece confirmarse. Con el fin de apaciguar la ira de la bestia, los niños deciden ofrecer en sacrificio a la desafortunada chica, quien parece ser la causa de la maldición.
Sin embargo, el único terror que hay en la historia es el que sienten los niños por la existencia del supuesto monstruo. No es una historia de terror, es una historia de miedos, de los miedos de los distintos personajes, de sus reacciones para evitar enfrentarse a una vida marcada por un hecho del pasado.
Con una narrativa fragmentada, el avance de la historia se beneficia de la construcción caleidoscópica que supone las distintas perspectivas de los múltiples narradores, haciendo cómplice al lector de los problemas de los niños y guiándole hacia los traumas que arrastran en la edad adulta.
Es una historia de miedos, pero también es una historia de violencia. Hay crueldad, y mucha. Se dice que los niños son crueles, pero en la obra de Asano todos los personajes caminan bajo el influjo de la atrocidad, tanto en la infancia como en la edad adulta. Las razones para tal ferocidad, en ocasiones rayana en el sadismo, varían de unos a otros y es interesante ver los motivos de cada uno de ellos. La tensión derivada de esa crueldad conduce a momentos de una violencia dolorosa, incómoda, cruda.
Da la sensación que es el karma, lo que hace avanzar una historia en la que nadie es bueno del todo y todos los personajes dependen de un pasado que les ha marcado de tal forma que lo que hicieron en su momento se les devuelve amplificado en el presente.
En cuanto al dibujo, el profundo trabajo de los personajes los convierte en fácilmente reconocibles tanto en su infancia como en su época adulta. El trazo es limpio y lo que más llama la atención es la riqueza de los fondos que logran enmarcar en espacios a veces amplios la claustrofobia de la existencia de cada uno de los personajes.
Se trata, en fin, de una obra adulta de las que dejan un poso largo. Pese a que la historia engancha, hay momentos en los que resulta difícil de seguir sobre todo por la dificultad para empatizar con personajes y situaciones que parecen lejanas y que se resienten de una buscada introspección.
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