La tarde se va cosiendo de cristales rotos
esperando su oportunidad
agazapada en trampas vestidas de tergal.
La tarde te acaricia la cabeza
con ansias de sol y de salitre
antes de que el repudio
te arañe con orfandad de hojas secas.
Imagina una infancia
de patio de colegio
y rodillas arañadas.
Imagina una infancia
medida
con onzas de chocolate.
Imagina una infancia
de chicles de fresa ácida
y sesiones vespertinas ante una tele en blanco y negro.
Esa misma tarde,
madre y prostituta
de las libertades mezquinas,
vestida de patios de colegio.