Una palabra nociva,
germen de retratos en sepia
en la penumbra de un cieno
rasgados por la incertidumbre
de un voto de lascivia:
no pierdo lo que tengo
si no lo que dejo atrás.
Afligido por los neones,
un cuerpo mellado de postigos,
denostado por la petulancia,
la calma de un necio
que se lava las manos.
Y la palabra de un niño,
ensalmo para la rabia
de la incertidumbre.