No menciones al deseo
como testigo del silencio
de tus miradas
que el cielo es una disculpa
para no hacer caso
de los segunderos.
Para ser rival en ésta vendetta
no es obligatorio pedir permiso,
mas te empeñas en incidir
en estos lugares
y en las urdimbres de la necesidad.
Vulgar a la hora de darte cuenta
de cómo me haces daño
hablando en cursiva.
Etéreo en el rastro
que se queda tras mi sombra
de bordes ilesos.