Enquistados bajo la piel
como una mala costumbre
reciclo tus gestos
en un centro de formación
de atonía.
Será imposible burlar
la fiebre de los colores,
queda cierta esperanza
para las bombas atómicas
con las que amenazar
el desamparo.
El acento de tu voz.
El tercio menguante
de los relojes que nos contemplan.
La estabilidad
sobre la que derruir
las costumbres.
Patrones para cortar
las almas
de los que desaprendimos
a ser incómodos.