Poniéndome vulgar,
siendo ordinario,
podrías haber olvidado
otros veredictos.
Siendo vulgar,
como a veces te gustaba que fuera,
me asfixio entre las manos
de un intento de delirio.
Con la mala costumbre
que es ésta displicencia
y el saberme más distante
más frío
más indiferente
de todos los desastres
que una vez fui capaz de conjurar.
Estando entre la vulgaridad
y el desafío del desprecio
aún perfilo en mi rostro
ciertos besos radioactivos.