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Sabes que se acaba el verano…


Publicado originalmente en Instagram

Sabes que se acaba el verano
cuando la arena
de los zapatos
es gris alquitrán
y los besos
dejan de saber a salitre.

Breve historia del capitalismo


Publicado originalmente en Instagram

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Les permitimos
que privatizaran el sol.

No nos importó demasiado
que lo hicieran con el llanto
o la melancolía, la morriña
o la tristeza de los domingos.

Un día, sin darnos cuenta, nos
privatizaron la sonrisa,
la risa
y la carcajada.

Y las caricias a deshoras.

Y los fugaces besos furtivos,
esos que no sabes si son besos
o un avance de lo que vendrá.

Después nos privatizaron el amor.

Y nos convirtieron en suicidas.

Balón prisionero


La tarde se va cosiendo de cristales rotos
esperando su oportunidad
agazapada en trampas vestidas de tergal.

La tarde te acaricia la cabeza con ansias de sol y de salitre

La tarde te acaricia la cabeza
con ansias de sol y de salitre
antes de que el repudio
te arañe con orfandad de hojas secas.

Imagina una infancia
de patio de colegio
y rodillas arañadas.

Imagina una infancia medida con onzas de chocolate

Imagina una infancia
medida
con onzas de chocolate.

Imagina una infancia
de chicles de fresa ácida
y sesiones vespertinas ante una tele en blanco y negro.

Esa misma tarde,
madre y prostituta
de las libertades mezquinas,
vestida de patios de colegio.

Prolegómenos


Para poder empezar,
para caldear el ambiente,
podríamos considerar la posibilidad
(que no la certeza)
de diversas teorías sobre lo terrenal
y lo deshumano,
diseccionando los mensajes ocultos
en los gemidos ortofónicos
de las películas porno

figurarnos la canalización de la batalla entre el espacio y el tiempo

para desbrozar las fugaces
intimidades anónimas
entre dos desconocidos
y figurarnos la banalización
de la batalla entre el espacio
y el tiempo,
de manera que podamos concluir

no podemos dejar de darnos la razón como el más incierto de los presentes

que no podemos dejar
de darnos la razón
como el más incierto de los presentes.

Martes de letras: «Niño marica» de Óscar Espirita


Hay libros que te saltan a los brazos y te dicen que se van a casa contigo y «Niño marica» de Óscar Espirita es uno de esos: la portada, tan inmaculada con esos dos niños que miran impertinentes y que me han recordado a Charles Rowland y Edwin Paine, los chicos detectives sacados de las páginas del «Sandman» de Gaiman, el tacto, la tipografía y el abrir una página al azar y encontrarte con una frase que describe una infancia, tu infancia, una adolescencia, tu adolescencia.

Los niños maricas empiezan su adolescencia
cuando pueden. Poco importa en realidad la edad
biológica
.

Articulado en torno a esas dos etapas del desarrollo personal, «Niño marica» traza con candidez, que no simplicidad, las pasiones de un niño que no se ajusta a las normas de un juego que le han impuesto. En la primera parte va desgranando deseos y juegos de su imaginación que desembocan en una segunda parte en la que el sexo ya forma parte del desarrollo personal, todo dentro de unas coordenadas que aquél que lo ha vivido reconoce, pero que no excluye a otros que no poseen esas experiencias. Los versos desgranan espacios (patios de colegio, polígonos, camas trocadas en cuevas, vestuarios), reivindican experiencias (el florecer de unos sobacos, los morreos, lo huraño de una adolescencia).

Pude parecerte un erizo
pero no era más que un huevo con espinas
el pajarito seguía dentro
y vuela

Una lectura que deja poso y que hace que se vuelva una y otra vez sobre versos que retornan a tu recuerdo y que, al buscarse entre las páginas color hueso, logra que te tropieces con otros poemas que también te calan.

Resulta inevitable verse reflejado, y posiblemente encuentres trazos de la vida de uno en versos que no tienen nada que ver con lo vivido por Espirita. Y creo que eso es lo que hace grande este poemario y lo hace tan necesario: recurre a los sentimientos de los que han crecido sintiéndose diferentes. Y para sentirse diferente no hace falta ser homosexual, sólo tener sentimientos.

Yo soy un niño marica. Y, gracias al libro de Óscar Espirita, me he reconciliado  con el niño que sigo siendo.

Podéis comprar el libro en la página de Ediciones Hidroavión.


                                                                  Sabe que le resulta necesario
                                                                  aprender a vivir en otra edad,
                                                                  en otro amor,
                                                                  en otro tiempo. 

                                                                  Tiempo de habitaciones separadas.
                                                                  Habitaciones separadas, L.G. Montero

…hemos llegado a un tiempo
de ciudades distintas
y camas individuales.

Más sencillo


Por supuesto
que hubiera sido más sencillo
echarte de menos
cuando te hubieras ido
que cuando estaba entre tus brazos,
cuando respirara el ausencia
que cuando sentía tu colonia;
hubiera sido más fácil,
desde luego.

Pero no habría tenido mérito alguno.

Porque la certeza de la orfandad
tiñe los cristales
con el vaho del frío
que hace afuera,
porque la certidumbre de tu partida
servía para agriar
esos momentos dulces
que bebíamos tibios
y agitados, que no revueltos,
haciéndonos los fuertes
entre las sábanas.

Qué le voy a hacer.

Nunca me gustaron
los finales felices
ni las salidas de emergencia,
y los atajos sólo me sirven
si el camino es más tortuoso.

Hubiera sido más sencillo
echarte de menos tras tu partida,
que echarte de más
cuando aún estabas entre mis piernas;
hubiera sido más fácil
más lógico
más normal
pero no habría valido la pena.

Siempre y todavía


Acaba la noche
con una elipsis
de puntos suspensivos
antes de que despiertes a mi lado.

Siempre,
ojalá esto pasara siempre,
la elipsis
y el despertar.

Pero todavía duermes,
aún no has vuelto
al mundo de la vigilia.

Me desperezo
y tu rostro
se difumina con la media luz.

Siempre que despierte
esperaré encontrarte a mi lado,
aunque no estés,
aunque todavía sigas dormido.

La blancura anónima de las sábanas,
refugio que encontré
entre tus brazos
para mirar la mañana
con otros ojos.

Siempre despertaré a tu lado,
en realidad,
espero hacerlo.

Last time I woke up in Hiroshima


Conoces las costuras de mi alma
vista desde afuera
y el sabor a herrumbre
de mis mañanas de resaca,
la parábola de mi brazo
para dar un calada al cigarro.

Estas lo suficientemente lejos
para tener perspectiva,
pero no es lo suficientemente cerca
para que yo no te eche de menos.

He aprendido a llamar a tu fantasma
por su nombre de pila,
a invocarte y maldecirte,
y a esperar tu voz
desde la infinita distancia
de la línea telefónica.

Me temo que ya es tarde
para volver al punto de partida,
pero me da igual,
aparece en todos los mapas.

Despiértame
cuando pueda llorar contigo,
pero no por ti,
nunca por ti.

El exilio de los viernes


Me he desterrado de los viernes
y de tus ojos,
sin embargo nunca una ausencia
se me había parecido tanto,
tanto, al recuerdo.

Con el paso de los años
las heridas
son ahora rendijas
en vez de profundos pozos
en los que vivir tu exilio.

A fuerza de odiarte tanto,
tanto, he atravesado la línea
del cariño.

He querido abrazarte
y encuentro mis brazos vacíos.

Pero el tiempo
no significa olvido,
sino heridas menos profundas,
apenas arañazos.

He querido besarte
y no he hallado tus labios.

Me he desterrado de los viernes
que van de enero a diciembre,
pero no por eso
me siento más vacío.

Preferiría haberte odiado
con el exceso de la lujuria
que amarte
en presente simple,
pero a veces
no es posible aguantar tanto,
tanto, silencio.